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«El cadáver misterioso» relato corto por Francisco Campos Rojo

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R E

Sorteando chatarra, carcasas metálicas, hierros retorcidos, coches y maquinaria abandonada, escombros, bidones de plástico y matojos, Cipriano, el pastor, guiaba al cabo de policía por un paisaje apocalíptico, cubriéndolo de la lluvia con su paraguas, al interior de la nave abandonada. Mientras, un tercer policía aguardaba a corta distancia vigilante con un arma en sus manos.

  • Sí, jefe por aquella tronera se metió la dichosa cabra. Entré por ella, me lo encontré de frente, y me propinó un susto de muerte… nunca mejor dicho… Menos mal que era de día, que si llega a ser de noche… la palmo.

El policía se sacudió briznas de hierba seca, luego se arrodilló y penetró por aquel hueco guiándose con el haz de su linterna. Cipriano lo siguió detrás. Por último, un segundo uniformado, quien miró antes al cielo plomizo y encapotado temiendo tormenta, exclamó antes de inclinarse para acompañarlos: «Es que éste oficio…»

Una vez dentro, Cipriano se adelantó. El cabo alumbró su cara. Éste señaló al fondo, y el colega, orientó la luz de su linterna hacia donde Cipriano dirigía el dedo índice de su mano izquierda.

  • ¡Santo Dios! —exclamó el cabo al ver aquello. Y se le aceleró el corazón. No, no lo podía creer, lo que estaba viendo era horroroso.
  • Ufff… ¡Qué pestazo! —profirió el policía.

De una viga de hierro, pendía, colgado de la pierna izquierda, el cadáver de una persona desnuda en estado de descomposición. Las cuencas de los ojos aparecían vacías, los labios y la nariz tal vez roídas por las ratas habían desaparecido dejando las muelas al descubierto.

El cabo sacó un pañuelo y se lo colocó para evitar el mal olor. El uniformado lo imitó, pero Cipriano, tal vez acostumbrado a otras fragancias más fuertes, aguantó.

  • ¡Qué horror! Comisario… miré esto… —le indicó a su jefe, guiando el haz de su linterna hacia la entrepierna.

El comisario se acercó advirtiendo aterrado que aquel hombre aparecía con los testículos rebanados a cuchillo, el pene casi carcomido por los gusanos o las ratas, y en la pierna derecha, visiblemente fracturada, tenía grapado un cartel con el siguiente mensaje: ¡Ya no tienes huevos, chivato!

¿Continuas la historia? ¿Te ves capaz?

Interrogantes:

¿Qué ha sucedido antes? ¿Qué pasa con posterioridad?

¿Existen huellas dactilares en el cartel? ¿Y de zapatos, ruedas o manchas de sangre en el suelo?

¿Quién tiene las llaves del portón, quién es el dueño de la nave?