Carmelo (65) se interna en un centro de ancianos para tratar de volver a la vida a Lola. Ésta se encuentra en cama desde hace años, semiinconsciente a raíz de un trauma por un accidente en el que ella conducía; creyó que sus dos nietos habían muerto por su culpa y se sumió en una fuerte depresión.
Carmelo tiene una motivación, Lola fue el primer amor de su vida y nunca la olvidó; con 17 años la abandonó para emigrar y siempre quiso pedirle perdón. Al conocer su estado, le fluyeron los recuerdos: el primer beso, los guateques y un colgante con su nombre que él le talló. Unas viejas cartas y unos añejos retratos despertaron sus remordimientos.
Relegado por sus hijos, tallar no le motivaba, cocinar no se le daba bien, la tele no le gustaba y la soledad lo mataba. Viudo, aburrido y sin nada que hacer, se aferró a una leve esperanza que el médico le dejó entrever: la estimulación personalizada.
Con una sensibilidad especial, ahora alienta las emociones y los sentidos de Lola. Le pone música de los años 60, le musita nanas, le lee con mimo y le recita, gesticulando, poemas épicos y de amor. Le narra la vida diaria del centro, le recuerda juegos de niños o lo que se amaban siendo novios. Contrata a una masajista para fortalecer sus músculos, realza su imagen y le envía cada día un ramo de rosas frescas.
Pero los antagonistas, familiares de Lola que desconocen su pasado, se oponen a cualquier terapia. Lo echan del cuarto, anulan lo ya conseguido y él, decaído, abandona.
Carmelo susurra al oído de Lola su adiós y…
Una historia tierna y sensible, con ligeros toques de humor y mucho romance.
Una maravillosa trama que mantendrá al espectador ilusionado por conocer su final.
Una emotiva fábula idealista que hará recordar el primer amor… el que nunca se olvida