Un vuelo movidito
Capítulo 2º.
…continuación
Un tanto nervioso, a la vez con sueño, a la vez excitado, encendió su tablet para repasar de nuevo el documento firmado por ambas partes; sin duda su padre y jefe se sentiría orgulloso de su exitosa gestión.
Aún era joven e inexperto, pero confiaba tanto en sus aptitudes, que le encomendó la misión de aquella venta que en principio estaba perdida debido a los precios de la competencia. Sus productos eran éticos, de más calidad y mejor diseño, pero la cuenta de resultados es lo que suele primar para los directivos a la hora de elegir unos u otros artículos y la presunta calidad es secundaria; los clientes no suelen apreciar las ligeras diferencias, decían aquellos que empañan el comercio equitativo.
De repente un confuso traqueteo sacudió el compartimento. Unos chillidos de mujeres sonaron y Roberto, casi acostumbrado a esos vaivenes y baches aéreos, no le dio demasiada importancia.
¡Clin, clan!
Les rogamos permanezcan en sus asientos con el cinturón abrochado. Sobrevolamos una zona de turbulencias. En unos minutos volveremos a la normalidad.
Con todo, aquellos movimientos no eran habituales, el avión se desnivelaba exageradamente a izquierda o derecha… se inclinaba hacia delante, luego atrás, después zigzagueaba como perdido, y vibraba en demasía. Los pasajeros gritaban de miedo. El joven ejecutivo guardó la tablet, se agarró fuerte a los brazos del asiento y comenzó a sudar. De repente la nave se inclinó el morro perdiendo altura a una velocidad inusitada, algunas portezuelas de los equipajes de mano se abrieron y maletas y bolsas volaban por encima de las cabezas. Las máscaras de oxígeno saltaron. Las alarmas vibraban y las azafatas trataban de sosegar a los pasajeros sin éxito. Los chillidos eran dramáticos, los niños lloraban, algunos rezaban en voz alta, pero nadie podía hacer nada para solventar el grave problema que se cernía sobre sus cuerpos. Tenso, con los ojos desorbitados, con el corazón palpitando a toda velocidad, clavando sus uñas en los brazos del asiento hasta sangrar, Roberto no hacía otra cosa que aguardar la salvación aunque fuese en el último segundo. Por su cabeza desfilaban mil imágenes exhibiéndole toda su larga vida: lo aprendido, los aciertos y fallos cometidos; discusiones con sus padres y hermanos, experiencias negativas, peleas, su época de hippie, los escarceos con la droga, y también aquella vez que fue detenido por la policía y llevado al cuartelillo. Nora, su novia, era la chica más guapa del mundo, sus ojos azules, su pelo negro, su sonrisa, sus labios… la amaba, la amaba tanto que por ella cambió su vida… Preparaban la boda… sin embargo… ahora que había sentado la cabeza… inexorablemente ese maldito avión se estrellaría contra la montaña, la tierra o el mar, en varios segundos robándole todas sus ilusiones y su vida.
La chica que viajaba a su lado permanecía con los ojos cerrados, sus manos se aferraban a los brazos de la butaca, pero de sus labios no surgía ni siquiera un lamento.
Los gritos se intensificaban, el avión perdía altura, los pasajeros trataban de colocarse sus mascarillas, pero debido a que oscilaban excesivamente, era difícil atraparlas.
El rastafari marcó un número en su móvil, gritó: ¡Te quiero! y enseguida colgó. Roberto pensó imitarlo, pero los dedos le sangraban, tenía las manos agarrotadas y comenzó a rezar mentalmente encomendándose a la patrona de su ciudad.
Entretanto, en la cabina, los dos pilotos hacían esfuerzos extraordinarios por enderezar el avión. Eran dos veteranos con nervios de acero curtidos en mil avatares similares. Luchaban por entender qué ocurría o cuál era el motivo de aquel inusual descontrol, pero no lo lograban. De pronto, uno de ellos…
¿Serías capaz de continuar este relato?
Al mirar a su compañero comprendió lo que estaba pasando. El mal se había instalado dentro de la cabina del avión. ¿ Qué coño has hecho?. Y sin esperar la respuesta le dio tal puñetazo en la cara que le borró la maléfica sonrisa y la nariz también. Un segundo puñetazo lo dejó inconsciente. El avión seguía cayendo en picado, tenía muy poco tiempo para actuar…….
Al mirar a su compañero comprendió lo que estaba pasando. El mal se había instalado dentro de la cabina del avión. ¿ Qué coño has hecho?. Y sin esperar la respuesta le dio tal puñetazo en la cara que le borró la maléfica sonrisa y la nariz también. Un segundo puñetazo lo dejó inconsciente. El avión seguía cayendo en picado, tenía muy poco tiempo para actuar…….