(Extraído de la novela “El secreto de aquel teatrillo ambulante”
de Francisco Campos Rojo
El ataque
Demacrados de hambre y miseria,
ennegrecidos de costra, barba y guerra.
Canijos, mellados, pero dispuestos,
mil milicianos, en las trincheras, velan.
Mi madre me aguarda
Mi novia me anhela.
Una carta prieta en sus manos
un adiós, si Dios lo espera.
En el silencio del miedo nocturno vuelan
hondos cantes de lamentos
que hasta las entrañas penetran,
por seguidillas, soleares y tientos.
Carne trémula de frío, el espanto espanta.
Corazones que palpitan, lloran las almas
la noche es larga, la luna se desvanece,
y un crepúsculo de muerte, levanta.
Pechos desnudos de sangre escarchados
ideales adolescentes, quebrados.
cadáveres putrefactos y pestilentes
vigores imberbes vencidos e inertes.
Materia roja, restos de jóvenes valientes,
que lobos hambrientos destrozan
sin que un responso se invoque,
sin que una cruz exonere.
Con siete balas por hombre,
y una bandera por signo,
cantaron victoria los pobres,
y fue el batallón más digno.
Mortíferas descargas se inician,
El polvo y el humo los ciegan,
Los cañones cantan su aria maldita
Y ¡cuerpo a cuerpo! se grita:
¡Hermanos de tierra y patria!
¡vida o muerte o libertad!
¡Por los tiranos perversos!
¡Chilló una voz peculiar!
Como hormigas salieron del nido
¡Al ataque! Ordenó un militar.
y con su bandera al viento, avanzaron,
ansiando la gloria, el triunfo, la paz.
¡Viva España! Gritó un miliciano.
¡Por España! Clamó el capitán.
¡Viva la libertad! Contestó la tropa.
¡Viva la república! Se exclamó, en general.